jueves, 26 de septiembre de 2013

Fábula: La gata y el oso



Fábula: La gata y el oso

Capitulo 1
Dícese que una vez había un solo pardo manso cuya peculiar amiga era una gatita muy hermosa y juguetona. Ellos jugaban mucho juntos, además se ayudaban mutuamente: pues la gata le arrascaba la espalda, justo lo que el oso más agradecía; a la par él cazaba buenos salmones del río que compartían de buena fe.
Siempre caminaban juntos por el bosque, el oso a su paso lento mientras la gatita daba vueltas a su alrededor y jugueteaba con las flores y animales que allí habitaban. Conocieron una vez a un apicultor, quién sometido a los encantos de tal bella criatura como era nuestra gatita, accedió a regalarles la rica miel que tanto agradaba al oso.
Mas cierto día, a media noche, el oso se despierta asustado por el ruido; sin poder evitarlo golpea a su compañera al despertar con tamaño sobresalto que la mandó varios metros volando. Gracias a su gracia felina consigue aterrizar de pié.
            -¿Qué ocurre oso? ¡Menudo golpe me he llevado!
            -Lo siento, gatita –dijo el oso- lo hice de manera inconsciente.
            -Está bien… pero ¡¿Qué te hizo dar ese brinco?!
            -He oído un ruido muy fuerte, y parecía una niña pedir ayuda…
            -¡Oh! ¡Vayamos a su rescate, rápido!
Anduvieron durante pocos minutos donde pudieron observar una gran roca desprendida bajo la montaña, y una forma humana se vislumbró en la cima: estaba esta persona colgado de sus manos en el borde del precipicio. La gata se sorprendió mucho al ver al oso avanzar hacia aquella cima a velocidad de vértigo y se apresuró a coger el ritmo.
Cerca de la cima de la montaña había un árbol muy antiguo y grande. Sus ramas parecían fuertes, así que la gata subió a ellas con la esperanza de trepar hasta donde estaba el humano. Tan pronto alcanzó la rama más alta pudo ver de cerca aquella figura: era una preciosa niña de unos 8 años, de cabellos dorados y ojos tan azules como el cielo de la mañana. Resolvió hablar a la chica:
            -Hola, ¿Cómo te llamas jovencita?
La niña no cabía en sí de asombro al ver pronunciar estas palabras a un felino.
-Ayúdame por favor, llevo aquí anclada ya mucho tiempo, me duelen las manos y no sé cuanto más aguantaré.
-Pero esta rama no llega tan lejos, ¿que otra cosa puedo hacer? –se preguntó en voz alta la gata.
-Yo ayudaré también –se ofreció el oso- empujaré este rollizo árbol para que puedas alcanzar la rama.
Acto seguido el oso hizo alarde de su gran fuerza e inclinó aquel anciano árbol.
            -¡Alto! ¡Detente digo!
El oso, interrumpido, cesó su empuje.
            -¿Quién ha hablado? –preguntó inseguro.
-Soy yo, el árbol. ¿Que está ocurriendo señor oso? Por favor no me trate de esa manera, estoy viejo y todavía viviré muchos más años.
-Lo siento árbol, lo hice de manera inconsciente –respondió agachando las orejas.
-Está bien… pero ¿Por qué me vuelcas con tanta fuerza?
El oso señaló a la niña.
            -Intento evitar que esta criatura caiga al vacío, mis intenciones son nobles.
-Sin embargo, está hecho. Gracias por no romperme ninguna rama, pero para otra vez, por favor, pídemelo a mí, que yo también quiero formar parte.
-Te entiendo, árbol. ¿Ahora acercaras tus ramas a esta joven dama?

Capitulo 2

-¡Socorro! ¡Ayudadme por favor! ¡Quien sea, que me resbalo!
El árbol, sintiendo la premura, acerco su rama más alta a la chica. Mas ¡oh! calamidad, la rama no es suficientemente larga para alcanzar. Se estira una y otra vez, cada vez más lejos, pero está muy arriba.
            -Oigan, los de ahí arriba. ¿Quieren mi ayuda? Escuché todo.
Nadie logra saber de donde viene ese sonido, están desconcertados.
-No busquen más, soy la roca que se ha desprendido. Justo debajo de esta amable muchacha. Por cierto, muchas gracias por ayudarme a caer.
-Roca, ¿cuál era tu motivo para querer caer? ¡¿Quisiste tirar a la niña?!
-No fue esa mi intención, pues deseaba ver de cerca esta hermosa flor.
            -Apresúrate a ayudar. – continuó la gata - ¿Cómo vas a hacerlo?
            -De acuerdo. Déjate caer chiquilla, yo me haré blando para amortiguar la caída.
La niña miró hacia abajo con cierta desconfianza, cerró los ojos y se soltó. Fue a dar justo en el medio de esta amable roca, que se hundió inmediatamente de igual manera que un mullido Puff.
Abrazada a la roca, la niña abrió los ojos con una mirada de ternura a la roca dijo:
            -Te amo.
La roca sintió todo ese amor en sí y recuperó su forma.
            -¡Gracias! Ahora puedo admirar las flores durante horas, ¡qué feliz soy!

Entretanto los animales bajaron a presenciar su encuentro.
Pudieron en esta ocasión ver a esta joven humana tranquila y sosegada, lo que les cubría con un halo de gracia.
            -¿Como os llamáis jovencita? –musitó nervioso el oso.
-Me conocen por el nombre de Kassiopeia. Soy la princesa de un país muy lejano. En mi país mi nombre significa la elegida de los espíritus. Me dedico a mis estudios sobre la magia y a conocer diversos lugares donde aplicarla. He llegado aquí porque esta roca quería ser liberada y la práctica de este tipo de magia me es un aporte esencial en mi camino.
-¡Oh, vaya! –se sombraron a un tiempo.
-¿Tal vez vosotros tenéis un pedido que hacer a la magia? Será muy grato para mí poder pasar por esa experiencia si así gustáis.
-En realidad… -murmuraba la gata.
-¡Yo quiero! –Se ofreció velozmente el oso, al observar la vacilación de su compañera- ¿Qué tengo que hacer?
-Ah, ¡que bien! Es sencillo, imagina lo que deseas, yo lo sentiré a través de ti. Entonces intentaré ponerle palabras, y eres tu quien elige las buenas y las malas.
-Está bien, hagámoslo. Voy a centrarme en aquello que deseo.
En ese instante el oso se sumió en pura meditación, alcanzando sus anhelos más profundos sin dudar.

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