Fábula: La gata y el oso
Capitulo 1
Dícese que una vez había un solo pardo manso cuya peculiar
amiga era una gatita muy hermosa y juguetona. Ellos jugaban mucho juntos,
además se ayudaban mutuamente: pues la gata le arrascaba la espalda, justo lo
que el oso más agradecía; a la par él cazaba buenos salmones del río que
compartían de buena fe.
Siempre caminaban juntos por el bosque, el oso a su paso
lento mientras la gatita daba vueltas a su alrededor y jugueteaba con las
flores y animales que allí habitaban. Conocieron una vez a un apicultor, quién
sometido a los encantos de tal bella criatura como era nuestra gatita, accedió
a regalarles la rica miel que tanto agradaba al oso.
Mas cierto día, a media noche, el oso se despierta asustado
por el ruido; sin poder evitarlo golpea a su compañera al despertar con tamaño
sobresalto que la mandó varios metros volando. Gracias a su gracia felina
consigue aterrizar de pié.
-¿Qué
ocurre oso? ¡Menudo golpe me he llevado!
-Lo siento,
gatita –dijo el oso- lo hice de manera inconsciente.
-Está bien…
pero ¡¿Qué te hizo dar ese brinco?!
-He oído un
ruido muy fuerte, y parecía una niña pedir ayuda…
-¡Oh!
¡Vayamos a su rescate, rápido!
Anduvieron durante pocos minutos donde pudieron observar una
gran roca desprendida bajo la montaña, y una forma humana se vislumbró en la
cima: estaba esta persona colgado de sus manos en el borde del precipicio. La
gata se sorprendió mucho al ver al oso avanzar hacia aquella cima a velocidad
de vértigo y se apresuró a coger el ritmo.
Cerca de la cima de la montaña había un árbol muy antiguo y
grande. Sus ramas parecían fuertes, así que la gata subió a ellas con la
esperanza de trepar hasta donde estaba el humano. Tan pronto alcanzó la rama
más alta pudo ver de cerca aquella figura: era una preciosa niña de unos 8
años, de cabellos dorados y ojos tan azules como el cielo de la mañana.
Resolvió hablar a la chica:
-Hola,
¿Cómo te llamas jovencita?
La niña no cabía en sí de asombro al ver pronunciar estas
palabras a un felino.
-Ayúdame por favor, llevo aquí
anclada ya mucho tiempo, me duelen las manos y no sé cuanto más aguantaré.
-Pero esta rama no llega tan
lejos, ¿que otra cosa puedo hacer? –se preguntó en voz alta la gata.
-Yo ayudaré también –se ofreció
el oso- empujaré este rollizo árbol para que puedas alcanzar la rama.
Acto seguido el oso hizo alarde de su gran fuerza e inclinó
aquel anciano árbol.
-¡Alto!
¡Detente digo!
El oso, interrumpido, cesó su empuje.
-¿Quién ha
hablado? –preguntó inseguro.
-Soy yo, el árbol. ¿Que está
ocurriendo señor oso? Por favor no me trate de esa manera, estoy viejo y
todavía viviré muchos más años.
-Lo siento árbol, lo hice de
manera inconsciente –respondió agachando las orejas.
-Está bien… pero ¿Por qué me
vuelcas con tanta fuerza?
El oso señaló a la niña.
-Intento
evitar que esta criatura caiga al vacío, mis intenciones son nobles.
-Sin embargo, está hecho. Gracias
por no romperme ninguna rama, pero para otra vez, por favor, pídemelo a mí, que
yo también quiero formar parte.
-Te entiendo, árbol. ¿Ahora acercaras
tus ramas a esta joven dama?
Capitulo 2
-¡Socorro! ¡Ayudadme por favor!
¡Quien sea, que me resbalo!
El árbol, sintiendo la premura, acerco su rama más alta a la
chica. Mas ¡oh! calamidad, la rama no es suficientemente larga para alcanzar.
Se estira una y otra vez, cada vez más lejos, pero está muy arriba.
-Oigan, los
de ahí arriba. ¿Quieren mi ayuda? Escuché todo.
Nadie logra saber de donde viene ese sonido, están
desconcertados.
-No busquen más, soy la roca que
se ha desprendido. Justo debajo de esta amable muchacha. Por cierto, muchas
gracias por ayudarme a caer.
-Roca, ¿cuál era tu motivo para
querer caer? ¡¿Quisiste tirar a la niña?!
-No fue esa mi intención, pues
deseaba ver de cerca esta hermosa flor.
-Apresúrate
a ayudar. – continuó la gata - ¿Cómo vas a hacerlo?
-De
acuerdo. Déjate caer chiquilla, yo me haré blando para amortiguar la caída.
La niña miró hacia abajo con cierta desconfianza, cerró los
ojos y se soltó. Fue a dar justo en el medio de esta amable roca, que se hundió
inmediatamente de igual manera que un mullido Puff.
Abrazada a la roca, la niña abrió los ojos con una mirada de
ternura a la roca dijo:
-Te amo.
La roca sintió todo ese amor en sí y recuperó su forma.
-¡Gracias! Ahora
puedo admirar las flores durante horas, ¡qué feliz soy!
Entretanto los animales bajaron a presenciar su encuentro.
Pudieron en esta ocasión ver a esta joven humana tranquila y
sosegada, lo que les cubría con un halo de gracia.
-¿Como os
llamáis jovencita? –musitó nervioso el oso.
-Me conocen por el nombre de Kassiopeia.
Soy la princesa de un país muy lejano. En mi país mi nombre significa la
elegida de los espíritus. Me dedico a mis estudios sobre la magia y a conocer
diversos lugares donde aplicarla. He llegado aquí porque esta roca quería ser
liberada y la práctica de este tipo de magia me es un aporte esencial en mi
camino.
-¡Oh, vaya! –se sombraron a un
tiempo.
-¿Tal vez vosotros tenéis un
pedido que hacer a la magia? Será muy grato para mí poder pasar por esa
experiencia si así gustáis.
-En realidad… -murmuraba la gata.
-¡Yo quiero! –Se ofreció
velozmente el oso, al observar la vacilación de su compañera- ¿Qué tengo que
hacer?
-Ah, ¡que bien! Es sencillo,
imagina lo que deseas, yo lo sentiré a través de ti. Entonces intentaré ponerle
palabras, y eres tu quien elige las buenas y las malas.
-Está bien, hagámoslo. Voy a
centrarme en aquello que deseo.
En ese instante el oso se sumió en pura meditación,
alcanzando sus anhelos más profundos sin dudar.
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