martes, 8 de octubre de 2013

Fábula: La gata y el oso. Capítulo 3



Fábula: La gata y el oso.

Capítulo 3

  Nuestro oso seguía meditando, se intentaba imaginar aquello que desea, aquello que le hace más feliz…
-Siento una gran confusión, señor oso. – musitó Kassiopeia.
-Ommmmm – cantaba él.
-Oso, escúchame, centra tu atención sólo en lo que deseas, no en su ausencia. Céntrate en sentirte bien, pues es la emoción que marca el camino. Ahora, ¿Qué es aquello en lo que piensas y te hace sentir bien?
-¡¡Miel!! – gritó decidido.
-Sí, puedo verlo; ahora puedo sentir tu deseo. ¡Hágase!
  En este momento la joven mueve su varita mágica formando círculos concéntricos y espirales; se puede ver perfectamente el dibujo que describe al pasar por una fina neblina que toma forma en el aire. Kassiopeia cerró los ojos y se concentró.
Todos miran a Kassiopeia, pero no parece ocurrir nada… Miran alrededor, mas todo está en calma…
La gata con su fino oído es la primera en escuchar un zumbido lejano.
            -¡Oíd chicos! – se apresura a avisar a sus compañeros
            -No oigo nada, ¿qué es? – respondió el oso.
            -¡Es un zumbido, parecen abejas!
Todos pueden ver como una colmena llega hacia el oso, sostenida por un enjambre de abejas.
            -¡Abre la boca oso! – le dijo la joven maga.
Y al abrir la boca hacia arriba las abejas volcaron el panal, que brotaba deliciosa miel de su interior cual si de una fuente se tratara.
            -¡¡¡Mil gracias!!! Mmmm…. Graci… Mmmm. ¡Qué rica!
Después de agradecer a las abejas por su labor, se despidieron del grupo y volvieron a casa con su colmena.
            -¿Quién es el siguiente? – declaró felizmente Kassiopeia.
            -¡Yo! ¡Yo! – dijeron los demás casi a la vez.
            -Está bien, imaginaos aquello que deseáis… Sentid qué os hace felices…

jueves, 26 de septiembre de 2013

Fábula: La gata y el oso



Fábula: La gata y el oso

Capitulo 1
Dícese que una vez había un solo pardo manso cuya peculiar amiga era una gatita muy hermosa y juguetona. Ellos jugaban mucho juntos, además se ayudaban mutuamente: pues la gata le arrascaba la espalda, justo lo que el oso más agradecía; a la par él cazaba buenos salmones del río que compartían de buena fe.
Siempre caminaban juntos por el bosque, el oso a su paso lento mientras la gatita daba vueltas a su alrededor y jugueteaba con las flores y animales que allí habitaban. Conocieron una vez a un apicultor, quién sometido a los encantos de tal bella criatura como era nuestra gatita, accedió a regalarles la rica miel que tanto agradaba al oso.
Mas cierto día, a media noche, el oso se despierta asustado por el ruido; sin poder evitarlo golpea a su compañera al despertar con tamaño sobresalto que la mandó varios metros volando. Gracias a su gracia felina consigue aterrizar de pié.
            -¿Qué ocurre oso? ¡Menudo golpe me he llevado!
            -Lo siento, gatita –dijo el oso- lo hice de manera inconsciente.
            -Está bien… pero ¡¿Qué te hizo dar ese brinco?!
            -He oído un ruido muy fuerte, y parecía una niña pedir ayuda…
            -¡Oh! ¡Vayamos a su rescate, rápido!
Anduvieron durante pocos minutos donde pudieron observar una gran roca desprendida bajo la montaña, y una forma humana se vislumbró en la cima: estaba esta persona colgado de sus manos en el borde del precipicio. La gata se sorprendió mucho al ver al oso avanzar hacia aquella cima a velocidad de vértigo y se apresuró a coger el ritmo.
Cerca de la cima de la montaña había un árbol muy antiguo y grande. Sus ramas parecían fuertes, así que la gata subió a ellas con la esperanza de trepar hasta donde estaba el humano. Tan pronto alcanzó la rama más alta pudo ver de cerca aquella figura: era una preciosa niña de unos 8 años, de cabellos dorados y ojos tan azules como el cielo de la mañana. Resolvió hablar a la chica:
            -Hola, ¿Cómo te llamas jovencita?
La niña no cabía en sí de asombro al ver pronunciar estas palabras a un felino.
-Ayúdame por favor, llevo aquí anclada ya mucho tiempo, me duelen las manos y no sé cuanto más aguantaré.
-Pero esta rama no llega tan lejos, ¿que otra cosa puedo hacer? –se preguntó en voz alta la gata.
-Yo ayudaré también –se ofreció el oso- empujaré este rollizo árbol para que puedas alcanzar la rama.
Acto seguido el oso hizo alarde de su gran fuerza e inclinó aquel anciano árbol.
            -¡Alto! ¡Detente digo!
El oso, interrumpido, cesó su empuje.
            -¿Quién ha hablado? –preguntó inseguro.
-Soy yo, el árbol. ¿Que está ocurriendo señor oso? Por favor no me trate de esa manera, estoy viejo y todavía viviré muchos más años.
-Lo siento árbol, lo hice de manera inconsciente –respondió agachando las orejas.
-Está bien… pero ¿Por qué me vuelcas con tanta fuerza?
El oso señaló a la niña.
            -Intento evitar que esta criatura caiga al vacío, mis intenciones son nobles.
-Sin embargo, está hecho. Gracias por no romperme ninguna rama, pero para otra vez, por favor, pídemelo a mí, que yo también quiero formar parte.
-Te entiendo, árbol. ¿Ahora acercaras tus ramas a esta joven dama?

Capitulo 2

-¡Socorro! ¡Ayudadme por favor! ¡Quien sea, que me resbalo!
El árbol, sintiendo la premura, acerco su rama más alta a la chica. Mas ¡oh! calamidad, la rama no es suficientemente larga para alcanzar. Se estira una y otra vez, cada vez más lejos, pero está muy arriba.
            -Oigan, los de ahí arriba. ¿Quieren mi ayuda? Escuché todo.
Nadie logra saber de donde viene ese sonido, están desconcertados.
-No busquen más, soy la roca que se ha desprendido. Justo debajo de esta amable muchacha. Por cierto, muchas gracias por ayudarme a caer.
-Roca, ¿cuál era tu motivo para querer caer? ¡¿Quisiste tirar a la niña?!
-No fue esa mi intención, pues deseaba ver de cerca esta hermosa flor.
            -Apresúrate a ayudar. – continuó la gata - ¿Cómo vas a hacerlo?
            -De acuerdo. Déjate caer chiquilla, yo me haré blando para amortiguar la caída.
La niña miró hacia abajo con cierta desconfianza, cerró los ojos y se soltó. Fue a dar justo en el medio de esta amable roca, que se hundió inmediatamente de igual manera que un mullido Puff.
Abrazada a la roca, la niña abrió los ojos con una mirada de ternura a la roca dijo:
            -Te amo.
La roca sintió todo ese amor en sí y recuperó su forma.
            -¡Gracias! Ahora puedo admirar las flores durante horas, ¡qué feliz soy!

Entretanto los animales bajaron a presenciar su encuentro.
Pudieron en esta ocasión ver a esta joven humana tranquila y sosegada, lo que les cubría con un halo de gracia.
            -¿Como os llamáis jovencita? –musitó nervioso el oso.
-Me conocen por el nombre de Kassiopeia. Soy la princesa de un país muy lejano. En mi país mi nombre significa la elegida de los espíritus. Me dedico a mis estudios sobre la magia y a conocer diversos lugares donde aplicarla. He llegado aquí porque esta roca quería ser liberada y la práctica de este tipo de magia me es un aporte esencial en mi camino.
-¡Oh, vaya! –se sombraron a un tiempo.
-¿Tal vez vosotros tenéis un pedido que hacer a la magia? Será muy grato para mí poder pasar por esa experiencia si así gustáis.
-En realidad… -murmuraba la gata.
-¡Yo quiero! –Se ofreció velozmente el oso, al observar la vacilación de su compañera- ¿Qué tengo que hacer?
-Ah, ¡que bien! Es sencillo, imagina lo que deseas, yo lo sentiré a través de ti. Entonces intentaré ponerle palabras, y eres tu quien elige las buenas y las malas.
-Está bien, hagámoslo. Voy a centrarme en aquello que deseo.
En ese instante el oso se sumió en pura meditación, alcanzando sus anhelos más profundos sin dudar.

miércoles, 4 de julio de 2012

Capítulo 3 – La cima intratable


Capítulo 3 – La cima intratable

Y aquí estoy, en pie en la cima de la montaña. A mi derecha está meditando el anciano, inmóvil, como si fuera parte del cuarzo inerte sobre el que se encuentra sentado. A mi izquierda ese poderoso árbol, milenario, enorme, mecidas sus ramas a causa del tremendo vendaval, escucho el crepitar reconfortante de sus hojas al entrechocar.
Por vez primera aventuro un paso. Mis zapatos hacen sonar las baldosas del inesperado altar derruido (tal vez por este rabioso viento). Resuena el eco de mi pisada entre las 3 paredes detrás del viejo, quién no parece inmutarse.
Prosigo mi paseo a través del pequeño espacio disponible. Avanzo hasta interponerme entre el árbol y aquel personaje; no me gusta interrumpir, pero algo me empuja a hacerlo: llamar la atención de ambos. Giro mi cuerpo dando la espalda a la madera:
-          Oiga viejo, ¿es que no va a moverse siquiera por hospitalidad? Entérese de que soy su invitado.
Tras decir esto el anciano abre los ojos y me mira fijamente. Al devolverle la mirada observo como deja caer varias lágrimas recorriendo su ajado rostro.
-          Estás en tu casa, haz lo que quieras. –dijo con desdén.
-          Lo siento, señor. No quise molestar. Pero, dígame, ¿qué motivo esconde su evidente tristeza?
-          Muestro mi llanto, mas no busques razón alguna. Son mis lágrimas quienes tomaron voluntad y decidieron que era su hora protagonista –continuó, aumentando el goteo- este es su momento…
-          Maestro, no quiero que esté triste. Por favor, no llore más.
-          Debo complacerlas, es ahora cuando han de caer.
-          ¿Por qué ahora? Aprovechemos este valioso tiempo en algo productivo, ¡para mi o para los dos!
-          ¡No! –replicó amenazador- Ni se te ocurra robarles el momento. Se lo han ganado, ahora disfrutan cayendo.
-          ¿De veras es necesario? No entiendo el propósito de su pérdida…
-          Su marcha deja espacio a otro tipo de energía, chaval. Esto me está haciendo más fuerte: se está drenando la debilidad en mí.
Se hizo el silencio por un instante. Volvió a cerrar los ojos, y las lágrimas cesaron. Asombrosamente, quedé boquiabierto. He recorrido el mundo humano, y jamás vi cosa igual. El huracán que soplaba se tranquiliza, dejando una leve brisa. De alguna parte apareció una especie de chorro de aire concentrado, ¡nada menos que transportando la última gota de la barbilla del viejo en dirección a mi! Asustado retrocedí y me aparté. Mis ojos se centraron en seguir el rumbo rectilíneo de ella, que acabó estampada en medio del tronco, donde apareció una brizna casi instantáneamente.

Jiang Tseng

martes, 19 de junio de 2012

¿Qué es Dios?


¿Qué es Dios?

-          Maestro, en su infinita bondad, por favor respóndame a una cuestión. – dije al anciano, lo más respetuosamente que pude.

-          Formula tu pregunta, joven. – respondió con voz conciliadora.

-          Usted dijo que ora a Dios. Quisiera saber, ¿a que Dios reza? – pregunté.

-          Mi percepción del mundo dada mi dilatada experiencia dista mucho de lo que tienes en mente. Religión no tiene nada que ver con Dios. Rezo a Dios. – apostilló en absoluta calma.

-          ¿Qué es Dios? – resolví.

-          El concepto de Dios es el mayor símbolo de fe. Dios es lo que cada uno crea que es.

-          En ese caso, dígame: ¿Qué es Dios para usted? ¿Dónde o en qué deposita su fe? – me apresuré intrigado.

-          Dios está en todas las cosas, animadas o inertes.
Todo aquello que existe es Dios.
El conjunto de toda la materia. Eso es Dios.

-          No lo entiendo, maestro. – espeté perplejo.

-          La diferencia entre materia animada o viva, y materia inanimada, es muy pequeña. Una fina hoja de papel separa una de la otra.

-          ¿Qué tiene que ver eso con Dios?

-          Digamos que no existiera diferencia entre materia viva y muerta, derribemos ese muro. Teniendo esto en cuenta, la consciencia no es algo exclusivo de un ser vivo.
Estoy afirmando que el universo tiene consciencia de si mismo.

-          Oiga, con todo mi respeto, una piedra no tiene consciencia, la materia inerte no funciona así. ¡Me está diciendo que existe una consciencia universal independiente!

-          No puedo afirmar categóricamente tal cosa, pues no hay constancia que lo pruebe. No puedo estar seguro de ello, por eso se le llama fe.

Jiang Tseng

lunes, 18 de junio de 2012

Vacío o Árbol


Vacío o Árbol

Así me encontré a mitad de la montaña. Delante de mí, un vacío inescrutable. Detrás, una ladera empinada.
Atisbé en la cima un árbol de frondosa copa, cuyas raíces penetraban la roca más viva. Cerca de mi posición vislumbro una de ellas (de unos diez centímetros de grosor) que atravesó la roca varios metros por debajo, dios sabe la fuerza de determinación que puede acumular este majestuoso ejemplar de cerezo para que esa raíz traspase la roca con tal violencia.
Decido escalar por ella hasta otra raíz circundante, y de ésta a otra, hasta que me deslicé a lo más alto de la montaña.

Es extraño, – pensé – nunca habría imaginado esto.
Se alzaba ante mis ojos una especie de altar alicatado frente al enorme árbol. Como un gran baño al aire libre, de azulejos blancos y azulados; tres paredes de unos dos metros que sostenían no se sabe de que manera un tejado resquebrajado.
En el mismo centro se hallaba la única pieza del mobiliario: Una piedra de cuarzo translúcido de un tamaño descomunal, donde residía un anciano escuálido en postura de meditación.

-         - ¡Hola buen anciano! – grité en medio de los fuertes vientos de la cima.
-         - … - el hombre no movió un solo músculo.
-         - ¿Qué es lo que hace aquí, buen hombre?
-         - Medito. Ofrezco mis plegarias a Dios por permitirme estar aquí.
-         - Voy a acompañarle, oh sabio. Puesto que yo agradezco estar aquí.
-         - Meditemos, pues.

Y ahí estaba yo, de pie, contemplando ese poderoso árbol y frente a él ese débil anciano; ambos inmóviles, como si hubiera cientos de conversaciones simultáneas entre ellos.
A veces, mirando al anciano, tal vez por el azote del viento, éste parecía levitar por breves instantes. Nunca supe si fue solo mi imaginación.

Jiang Tseng

jueves, 19 de abril de 2012

The importance of repeating the same thing

The importance of repeating the same thing

The importance of repeating the same thing

by Paulo Coelho on April 11, 2012


An action is a thought that manifests itself.
A small gesture denounces us, so we have to make everything perfect, think about the details, learn the technique so that it becomes intuitive.

Intuition has nothing to do with routine but rather with a state of spirit that lies beyond technique.
So, after practicing a lot, we no longer think about all the necessary movements: they become part of our very existence. But for this to happen, you have to train and repeat.

And as if that were not enough, you have to repeat and train.
Watch a good blacksmith working the steel. To the untrained eye he is repeating the same hammer blows over and over again.

But those who know the importance of training know that each time the hammer is raised and then lowered, the intensity of the blow is different. The hand repeats the same gesture but as it approaches the iron it knows whether to touch it harder or softer.

Look at the windmill. Whoever sees its vanes just once imagines that it always turns with the same speed, always repeating the same movement. But those who know windmills know that they are conditioned to the wind and change their direction whenever necessary.
The hand of the ironsmith was trained after the gesture of hammering was repeated thousands of times.
Windmill vanes can move fast after the wind has blown a lot and polished their gears.

The archer lets many an arrow pass far from the target because he knows that he will only learn the importance of the bow, posture, the string and the target after he repeats his gestures thousands of times without being afraid of making a mistake.

Training is NOT routine. It is essential


Welcome to Share with Friends – Free Texts for a Free Internet

Passion: let me not beg for the stilling of my pain

Passion: let me not beg for the stilling of my pain

Passion: let me not beg for the stilling of my pain

by Paulo Coelho on April 5, 2012

“Let me not pray to be sheltered from dangers,
but to be fearless in facing them.

Let me not beg for the stilling of my pain,
but for the heart to conquer it.

Let me not look for allies in life’s battlefield,
but to my own strength.

Let me not crave in anxious fear to be saved,
but hope for the patience to win my freedom.

Grant that I may not be a coward,
feeling Your mercy in my success alone;

But let me find the grasp of Your hand in my failure.”


by Rabindranath Tagore


by Jiang Tseng